Beatos Mártires de Los Pontones de Rochefort

Los cambios socio‐políticos causados por la Revolución Francesa muy pronto se cambiaron en feroz persecución religiosa. La Constitución Civil del Clero obligaba a los sacerdotes a prestar el juramento de fidelidad. Quien lo rechazaba debía abandonar Francia y los ciudadanos estaban obligados a denunciar a aquellos que se escondían. Se desencadenó así una feroz cacería. Las prisiones se llenaron y se dispuso deportar a los refractarios hacia la Guayana o a Madagascar.

De ese modo comenzó el triste viaje de cada lugar de Francia hacia los puertos de Burdeos, Blaye y Rochefort, a pie o en carretas tiradas por bueyes, entre insultos y violencias brutales. Los deportados se veían obligados a pasar a través de la multitud exaltada y blasfema, que bailaba y remedaba de modo obsceno las ceremonias sagradas, disfrazadas con los ornamentos litúrgicos.

A Rochefort llegaron 829 prisioneros, que fueron amontonados en los pontones, viejas naves en desguace, que servían de depósito, hospital y prisión. Dos de esas naves, la “Dos Socios” y la “Washington” sirvieron de prisión para esos deportados y a ellas les hicieron subir.

Despojados de todo, incluso de los breviarios y de los rosarios, amontonados en poquísimo espacio, con escasa y mala comida, ninguna higiene y entre maltratos y vejaciones terribles, pronto comenzaron a enfermarse y a morir. Hasta perdieron la esperanza de partir, porque en alta mar la flota inglesa impedía cualquier movimiento de las embarcaciones francesas. Así, en esos meses de forzosa espera, unos 542 murieron entre el 11 de abril de 1794 y el 7 de febrero de 1795. Los 285 sobrevivientes fueron liberados el 12 de febrero de 1795 y pudieron regresar a sus lugares de origen. Algunos de entre ellos dejaron testimonios escritos de los ejemplos heroicos por parte de sus compañeros de martirio, ejemplos que permitieron la preparación del proceso para su beatificación.

Desgraciadamente, tan sólo de 64 de los 542 que murieron, se ha logrado tener una documentación cierta sobre su vida y sobre los últimos momentos de su heroica muerte: son los 64 proclamados Beatos el 1 de octubre de 1995, con ocasión del 2° centenario de su martirio.

Entre los prisioneros de los pontones, se encontraron también siete Hermanos de las Escuelas Cristianas: Roger, Léon, Uldaric, Pierre‐Christophe, Donat‐Joseph, Avertin y Jugon. Los tres últimos sobrevivieron y fueron liberados el 12 de febrero de 1795. En cambio, los cuatro primeros murieron en las embarcaciones y fueron enterrados en la pequeña isla Madame. Entre el grupo de los beatificados se encuentran únicamente los Hermanos Roger, Léon y Uldaric. Faltaban informaciones sobre el Hno. Pierre‐Christophe y en consecuencia no pudo ser incluido en el grupo.

HNO. ROGER (Pierre‐Sulpice Faverge)

Alumno de los Hermanos en la escuela de la calle Saint‐Euverte en Moulins, quiso seguir la huella de sus maestros. Entró en el noviciado de Maréville el 30 de agosto de 1769, y emitió sus primeros votos religiosos el 18 de octubre de 1778. Era director de la escuela de Moulins cuando fue arrestado.

"Hombre lleno de celo en la educación de los jóvenes confiados a sus cuidados, tenía un extraordinario sentido del servicio al prójimo y gozaba de gran consideración. Era un hombre muy virtuoso".

(Labiche de Reignefort)

HNO. ULDARIC (JEAN‐BAPTISTE GUILLAUME)

Entró en el noviciado de los Hermanos de Maréville, el 3 de octubre de 1785. Emitió sus primeros votos religiosos el 21 de septiembre de 1788. Era maestro en la escuela de Nancy cuando fue arrestado.

"Poseía la gran virtud de la humildad en su trabajo muy efectivo con los niños pobres y una gran calma que irritaba a mucho a sus verdugos”.

(Guillon)

HNO. LEÓN (JEAN MOPINOT)

A los 20 años entró al noviciado de los Hermanos de Saint‐Yon y emitió sus primeros votos religiosos el 29 de septiembre de 1746. Hizo la profesión perpetua el 1° de noviembre de 1749. Era profesor en Moulins cuando fue arrestado junto al Hno. Roger.

"El mejor elogio que puedo hacer del Hermano León es decir que era un santo. Tenía esa reputación entre todos los detenidos y la merecía. Su muerte, por otra parte, no hizo más que confirmar plenamente esa opinión. Este religioso supo conservar aún en edad avanzada y en las trágicas circunstancias su alegría juvenil".

(Labiche de Reignefort)

1 octubre 1995: Beatificados
S.S. Juan Pablo II
Memoria litúrgica: 2 de septiembre